Bajo el cielo nublado del mediado otoño seguíamos jugando en la calle al futbol, o algo parecido, corriendo todos tras de la pelota o el píe del contrario, hasta dar con ella en la puerta de la cochera que representaba la portería para la desazón de la dueña de la casa que veía las manchas de barro en la fachada de blanca cal.
En cuanto se escuchaba el Mobylette de Alonso subiendo la
cuesta de la calle, se acababa el partido, la mayoría de los jugadores, se
secaban el sudor y se colocaban de nuevo el jersey y se iban bajando despacio
hasta casa de la puerta vieja. Entraban hasta el fondo y a la salida del patio
estaba la cocina, el centro de la casa, donde se cocinaba, planchaba, comía, se
escuchaba la radio Telefunken en la repisa de madera, y también hacia las veces
de clase improvisada de esos días cortos, fríos y lluviosos.
Mientras Alonso se lavaba las manos y la cara en el grifo
del patio después de la dura jornada en el campo, lo niños habíamos puesto la
pizarra en su sitio, colgada de la pared, y nos habíamos acomodado en las sillas
haciendo un semicírculo en su entorno, hasta la llegada del “maestro”. La
pizarra hecha por el propio maestro, con su marco de madera y su encerado color
negro.
Bueno, hoy vamos a ver la regla de tres, decía Alonso ocupando el espacio entre los niños y la pizarra. Saber esto os hará mucha falta en vuestra vida, hoy vamos a ver la regla de tres simple. Por ejemplo, Andrés, tu madre vende en la tienda una garrafa de cinco litros de aceite a 25 pesetas, si quieres que solo te despache dos litros, ¿Cuánto tendrás que darle?. Y yo que sé, se adelantaba a vaticinar Andrés. Aquí ponemos los litros, 5, una línea y aquí el precio, 25, debajo de los litros, los que vamos a comprar, 2, una línea y una x, que es lo que tenemos que averiguar, cuánto valen los 2 litros. Se multiplican las dos equinas contrarias y se dividen por la esquina que queda, ¿no? , venga, 2 por 25 ¿son?, y alguno, Isidro, que era el más listo de todos, decía el resultado rápidamente, 50, bien y ahora lo dividimos por 5 y salen 10, pues le tienes que pagar 10 pesetas a Dolores cuando te dé los 2 litros de aceite.
El niñerío se quedaba algo confuso, sus caras denotaban
sorpresa a la vez que incredulidad. Pero con el siguiente ejemplo de reparto de
caramelos entre varios amigos, parecía que todos quedaban más convencidos del
resultado y de lo práctico que era saber aplicar la regla de tres.
La clase terminaba cuando Catalina empezaba a freír los boquerones en manojos para la cena del maestro y la familia. Cada uno recogía su silla y emprendía el camino para su casa con despedida de hasta mañana. Alonso, con su boina negra a medio lago, quedaba al lado de la pizarra con su mirada limpia una leve sonrisa de satisfacción de haber podido enseñar a los chiquillos cosas prácticas para la vida, cosas que él había aprendido en las pocas horas de clases nocturnas en la escuela después de las jornadas de trabajo desde los siete años, y de leer los pocos libros que podía disponer. Mañana calcularemos superficies de triángulos y rectángulos para saber cuanto mide una parcela.
Siempre quiso que yo, su único hijo, hubiese estudiado
magisterio, él pensaba que la educación libera a las personas del peor mal, la
ignorancia, y los hace libres. Libres para discernir, para no ser engañados,
para plantear un futuro propio, un empleo digno, para poder hablar con conocimiento, para
defender las ideas, en fin, para ser personas libres y de provecho, que la
enseñanza era el más importante de los derechos de las personas.
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