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ALIMENTACIÓN

ALIMENTACIÓN
La gran mayoría piensa que la tierra puede producir alimentos para más de diez mil millones de personas, y es cierto.  Se basan en argumentos como que en el primer mundo se despilfarra una gran cantidad de comida que podría abastecer las necesidades de cientos de millones de hambrientos en países menos desarrollados, y que el nivel de producción de los terrenos han ido aumentando progresivamente con la mecanización, los tratamientos y las variedades de plantas cada vez más productivas y protegidas contra plagas. También está el argumento que aún quedan muchas tierras para poner en cultivo. Todo esto es muy cierto, ahora los campos producen bastante más que hace solo 50 años o cualquier época anterior.
Igual ocurre con la ganadería que pasó hace muchos años de extensiva (pastoreo) a intensiva (industrial) que ha aumentado considerablemente la capacidad de producción por mejora de las razas, la sanidad y los procesos productivos, actualmente la carne es relativamente barata y de acceso a la mayoría de los consumidores, al menos los de los países desarrollados.  
A pesar de la constatación de esta realidad, tenemos que ser algo más críticos y ver el trasfondo del asunto. 
En primer lugar, la agricultura industrial está dando unos resultados tan espectaculares por el uso de productos químicos (abonos, herbicidas, fungicidas,  insecticidas, hierro y otros minerales) que previenen plagas y ayudan al crecimiento de las plantas y frutales,   así como el uso del regadío y mejora de las técnicas de cultivo, y por ende han abaratado los precios de los alimentos. Pero como todos sabemos, estos productos químicos tienen unos importantes efectos secundarios sobre la flora y fauna, eliminando a cantidad de insectos de los que se alimentan las aves y abocándolas a la desaparición (pérdida de biodiversidad) entre otros a insectos tan beneficiosos como las abejas, imprescindibles para la fertilización de los frutos. El envenenamiento de las plantas también está teniendo efecto dramático sobre otros animales salvajes que tienden a una extinción segura, además de contaminar los acuíferos de los que se abastece la población.  
Los residuos que estos productos químicos dejan en los alimentos y en el medio ambiente son objeto de infinidad de estudios, de los que muchos afirman que están afectando a la población, principalmente atacando al sistema inmunológico de las personas, o sea que disminuye las defensas frente a enfermedades u otros elementos ambientales como polen o polvo. 
El abuso en la exploración de los acuíferos está teniendo graves consecuencias en algunos espacios naturales, véase Doñana o Daimiel, el agotamiento de los recursos hídricos en algunas cuencas fluviales, como la del Tajo.
Estos días la ONU ha emitido un informe sobre el consumo de carne y sus efectos en el cambio climático, en el que advierte que el consumo de carne es uno de los principales culpables del cambio climático, por la emisión de metano, CO2, el excesivo consumo de agua, la deforestación y el uso de vegetales que en muchos casos podrían emplearse en la alimentación de humanos. Para conseguir una kg de carne de vacuno con las que hacemos las hamburguesas se necesitan 15.000 litros de agua (6000 para cerdo o 4300 para pollo), 16 kg de pienso para vacuno, 6 para cerdos o 3 para pollos. También debemos destacar que la producción ganadera en España (uno de los mayores productores ganaderos de Europa) tiene una menor incidencia que en EEUU. Y por otra parte, la alarma social que ha creado el informe de la ONU ha sido considerable, entendemos por ser escueta y mal explicada por los medios de comunicación. Lo que viene a decir es que bajando nuestro consumo de de carnes (especialmente en EEUU, el principal consumidor de carne de vacuno con diferencia, y en el resto de los países desarrollados) estamos ayudando a no incrementar los GEI (gases efecto invernadero), no que se deje de consumir carne. 
LA GANDERÍA: UN FACTOR QUE CONTRIBUYE CONSIDERABLEMENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO Con unas emisiones estimadas en 7,1 gigatoneladas (GT) de dióxido de carbono equivalente (CO2 -eq) por año, que representan el 14,5% de las emisiones de GEI inducidas por el ser humano, el sector ganadero incide de manera importante en el cambio climático. La producción de carne y leche de vacuno es responsable de la mayoría de las emisiones, pues contribuye con el 41% y el 29% respectivamente de las emisiones del sector. La carne de cerdo y la carne y los huevos de aves de corral contribuyen con el 9% y el 8% respectivamente de las emisiones del sector. El fuerte crecimiento previsto de esta producción ocasionará con el tiempo un aumento de los porcentajes y volúmenes de emisiones. La producción y elaboración de piensos y la fermentación entérica debida a los animales rumiantes son las dos fuentes principales de emisiones, responsables respectivamente del 45% y el 39% de las emisiones del sector. El almacenamiento y elaboración del estiércol representa el 10%. La parte restante se atribuye a la elaboración y el transporte de productos pecuarios. Incluida en la producción de piensos, la expansión de los pastizales y cultivos forrajeros a expensas de los bosques es responsable de aproximadamente el 9% de las emisiones del sector. Considerando todas las categorías, el consumo de combustible fósil a lo largo de las cadenas de suministro pecuario representa alrededor del 20% de las emisiones del sector. Informe FAO 2009
Las personas que viven en países subdesarrollados no pueden permitirse el lujo de alimentar ganado con los cereales que cosechan. En EEUU, en cambio, el 90 % de la cosecha de cereales -maíz, centeno, avena y soja-, descartando las exportaciones, se destina a la fabricación de piensos para el consumo animal. El consumidor de carnes norteamericano utiliza como promedio cinco veces más recursos alimenticios que el colombiano, el indio o el nigeriano medio. La producción de la mitad del suelo cultivable de los EEUU se destina a consumo animal. Los países desarrollados, con sólo un tercio de la población mundial, utilizan el 75 % del pescado capturado en el mundo. La mayor parte sirve para fabricar piensos para ganado. Un tercio de la población africana de cacahuetes se utiliza para alimentar ganado en los países europeos del Este.
La necesidad de producir más alimentos está llevando a la deforestación de grandes zona de selva, véase el caso de la Amazonía, islas del Pacífico (por la producción de aceite de palma), degradación de zonas protegidas como Doñana o la Albufera y otros muchos más. Estas zonas de selva o lacustres son de gran importancia para la biodiversidad, y también para compensar del exceso de CO2 que se está generando.
La producción agrícola y ganadera es responsable directamente de más del 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) totales de CO2 a la atmósfera, según informa la FAO. 
En este dispendio de contaminación tienen influencia no solo la producción, sino también la transformación de los productos y la comercialización. Mientras más se transforman los productos más contribuyen al calentamiento global, o sea, los productos alimenticios más elaborados son los más contaminantes, y posiblemente más perjudiciales para la salud y el medioambiente también debido a los envases. Los productos alimenticios fuera de temporada vienen de países muy lejanos, como naranjas de Chile, o melones de Sudáfrica, que tienen que ser transportados en barcos a miles de kilómetros, este transporte innecesario también contribuye de modo importante al calentamiento global. No se trata de defender el proteccionismo nacional, sino de no derrochar energía a la vez que contaminar sin necesidad cuando disponemos aquí cerca de todos esos productos de temporada, más baratos, frescos y jugosos. 
La mayoría de las semillas, planteros de frutales o razas ganaderas son producidas por un puñado de multinacionales, como Monsanto, ahora propiedad de Bayer, que influyen para que solo se utilicen sus semillas, abandonando las autóctonas y por tanto generando un monopolio del que dependerá toda la humanidad.
Desgraciadamente los grandes supermercados han ido poniendo cada vez más envoltorios a los alimentos, cajas, bandejas, plásticos, aluminio, etiquetas, papel, etc, y no sabemos que hacer con esos envases, yendo gran parte al campo, los ríos, el mar y otros enterrados o quemados, una pequeña parte reciclados. Además de consumir mucha más energía en su envasado, etiquetado, almacenamiento y transporte, por tanto añadiendo más contaminación. El problema de los envases requiere de un capítulo aparte. 
Solo acabar con una anécdota personal, en la celebración de un cumpleaños de mi suegro (uno 98 y el otro 95 años) nos reunimos cuatro generaciones, los mayores no padecían ningún tipo de alergias, la segunda generación solo estaba afectada levemente una entre siete, la tercera siete de ocho y la cuarta, aunque pequeños, ya había síntomas visibles. La cuestión es ¿que diferencia hay en una zona rural como ésta con poca contaminación atmosférica? Los alimentos y el agua.
A partir de este estado de las cosas con el que podrás o no estar de acuerdo, ¿cuáles son las soluciones? ¿Qué podemos hacer como colectivos o en familia o en nuestro trabajo para revertir las condiciones? ¿Sería suficiente con pequeños granos de arena de cada uno de nosotros? o ¿sería imprescindible un acuerdo mundial sobre el clima?
En fín, algo tendremos que hacer. Y tiene que pasar necesariamente por reducir considerablemente nuestro consumo de alimentos y que sean cercanos y poco transformados, en este caso. 

Comentarios

  1. Gracias por reducir este bloque de información y hacerlo tan comprensible. A pesar de su notable extensión, lo he leído del tirón y me ha reafirmado en mis creencias. La observación familiar un puntazo. Gracias. Paco.

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