A principio del siglo XX hubo en Alemania un caballo al que llamaban Clever Hans, "Hans el listo". Su fama fue corriendo por toda Europa comentada en muchos periódicos de la época.
Hans era llevado de cuidad en ciudad para mostrar al público sus habilidades aritméticas e intelectuales puesto que "sabia sumar, restar, dividir o decir la hora o fecha pasada o futura" y siempre acertaba, era mucho más listo que muchos humanos contemporáneos.
Hans era llevado de cuidad en ciudad para mostrar al público sus habilidades aritméticas e intelectuales puesto que "sabia sumar, restar, dividir o decir la hora o fecha pasada o futura" y siempre acertaba, era mucho más listo que muchos humanos contemporáneos.
Hans era interrogado por el público asistente a las demostraciones y contestaba dando un determinado numero de golpes con la pata delantera de modo que contándolas llevaba al resultado final de la cuestión planteada.
La gente que lo veía, no solo su dueño, ni múltiples profesionales que lo observaron sabían explicar como lo hacia. De modo que se creó una Comisión de expertos entre los que figuraban un veterinario, domador de circo, director de zoológico, maestros, que lo pusieron a prueba durante un tiempo, llegando a la conclusión que no era un fraude, no habían podido descubrir ningún truco que pudiera estar empleando su dueño.
Hans seguía dejándose admirar por las plazas de Alemania y su fama cruzó el Atlántico para ensalzar al animal mas inteligente que hubiera existido hasta ese momento.
Pero la ciencia con su testarudez no acababa de creer en la inteligencia animal y se volvió a crear una Comisión científica en 1907 encabezada por el psicólogo Oskar Pfungst.
El famoso psicólogo sometió a Hans a diferentes pruebas. Resultaba que si el entrenador del caballo estaba cerca y conocía la respuesta, este siempre acertaba el resultado. Aunque no estuviese el entrenador, si algún presente conocía la respuesta, Hans acertaba. Pero si una persona se decía al oído una cantidad y otra diferente la otra cantidad, pero ninguno sabia la del otro, por tanto ambos desconocían la respuesta, aunque permanecieran cerca Hans siempre fallaba. Si alguien le proponían una operación y se alejaba bastante del caballo, tampoco acertaba. Tampoco acertaba cuando se le tapaban los ojos.
Estas observaciones orientaron al investigador de donde provenía la inteligencia de Hans. Concluyó que Hans no era nada listo, sino un gran observador, que sabía ver los gestos de su entrenador o personas cercanas, como cambiaba cuando había llegado a la respuesta acertada. Los presentes reflejaban en su rostro la tensión del momento cúlmine y este cambio era percibido por el equino y sabia de su acierto que era celebrado por el público.
A partir de este experimento científico se concluyó que Hans era un caballo tonto, como los demás de su especie. Pero abrió la puerta a la investigación en el lenguaje no verbal. Después hemos sabido de la importancia para las manadas de que cada miembro sepa interpretar los gestos de los otros componentes, una habilidad común en los caballos.
Al final sabemos que Hans es listo, solo que no tiene la inteligencia matemática o lingüística propia de los humanos, sino algo similar a la inteligencia interpersonal de los homínidos y en particular de homo, para nosotros mismos la única especie inteligente sobre la Tierra.
La comunicación no verbal dice más que la verbal. Aunque su conjunto la complementa.
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