La tradición carnavalera de nuestro pueblo es reciente, con comparsas, disfraces, y festejos varios en las calles, solo tiene varios decenios. Hace bastantes años, en mis tiempos de infancia, no era así.
Al hablar de carnaval se me viene a la memoria las mozas y mozos pasando botijos (aunque aquí le llamábamos porrones) en un corro formado en medio de la calle o plaza, hasta que se a alguien se le resbalaba y caía al suelo haciéndose añicos, uno detrás de otro hasta que se daban con todas las existencias de la calle. Se decía que solo se podían utilizar una temporada, así que a romperlos, que antes del próximo verano vendría el camión cargado de todo tipo de cerámicas, y que no sabría decir cual era su procedencia. Paraba en la Cruz Blanca, y allí acudía el vecindario para proveerse de cantaros, tinajas, macetas, botijos, platos o lebrillos.
"Andrés el Cubilla", familia de trompetistas, vecino y persona muy apreciada, era de los pocos que se atrevía a salir a la calle, la calle Santa Ana, a animar al vecindario con algún traje viejo o el vestido de la mujer haciendo reír a todos y arriesgándose a ser recriminado por tan extravagante comportamiento.
En el año en que París se preparaba para la revolución de primavera, en los días de carnaval, una murga de forasteros tuvo la ocurrencia de vestirse con ropajes viejos y salir a los bares del pueblo a tomar unos vinos y de camino cantar tangos o pasodobles a quien lo quisiera escuchar. Entre los oyentes estábamos mi padre y yo, creo recordar por la Puerta de Teba. La música duró poco, justo hasta que apareció la Guardia Civil y se los llevó a todos al cuartel. Eran temporeros de El Gastor, que con la familia al completo paraban en uno de los grandes cortijos de nuestra localidad, compartiendo entre todos la gallanía.
Por la intervención del patrón los jornaleros carnavaleros fueron puestos en libertar en el transcurso de la noches, después de un "duro apercibimiento" de no reiterar la alteración del orden público, o cantar letras ofensivas a la moral cristiana y la obligación de despojarse de tan ridículas vestimentas.
Así que a disfrutar del tiempo de fiesta y libertad de Don Carnal, que luego llegará Doña Cuaresma con los recortes.
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