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CUANDO LA EMIGRACIÓN ERA DE COLOR GRIS

Cuando la emigración era de color gris.


Esta fotografía será de final del los años 60 o principio de los setenta, está tomada en el parque del Retiro en Madrid, allí están mis tíos Antonio, Frasquito, José y Diego Gómez, solo falta mi padre para completar a todos los "Pardos". En el centro, atrás, Antonio Pardo Romero, primo de los Gómez Pardo que estudiaba Ingeniería de Caminos, Puertos y Canales en Madrid (titulo tan largo como el prestigio que daba), al lado dos emigrantes campilleros que viajaban juntos y que soy incapaz de reconocer por sus nombres.
¿Y que hacían seis emigrantes en el Retiro con un joven ingeniero? 
Por las ropas debería ser otoño, quizás iban a la vendimia a Francia, entonces el viaje se hacía en tren, de Bobadilla a Atocha, allí coges las maletas y vas andando hasta la estación del Norte, ahora  Príncipe Pío, desde allí a Irún, reconocimiento médico de los franceses y de nuevo desde Hendaya hasta París, la Gare de Lyon, vuelta con las maletas al hombro hasta la Gare du Nord. En total el viaje duraba tres días, con sus respectivas noches. 
Pues en ese traslado entre estaciones en Madrid, aprovechaban para verse y saludarse los primos Pardos que queda plasmada en esta fotografía. 

Me causa mucha curiosidad la foto de la portada, esos grandes contrastes en la ropas,  en las caras, del mundo rural y urbano. Las caras negras de los jornaleros achicharradas por el sol, con la señal de boina que algunos portan en su viaje, las chaponas grises que todos llevaban al trabajo, aunque todo limpio y aseado no disimula la pobreza. Detrás Antonio, aunque de nacimiento en Campillos, instruido en el San José e Ingeniero, con traje y corbata como corresponde en Madrid. 

Aún tengo en mi casa esa maleta de madera con esquineras, asa y cierres metálicos que usaba mi padre, como la mayoría, para ir a Francia. Maleta dura que soportaba el peso del contenido, que en su mayoría era la comida para pasar los meses de exilio laboral, chorizos en pringue, morcilla, tocino para alimentarse bien y ahorrar gastos en la estancia. Maleta dura para que sirviera de asiento, para que aguantara tantos días de viaje, dura como sus portadores. De vuelta venía con alguna lata de magro, botella de vino, algo de chocolate o paquetes de Gauloises. 
La salida de la miseria en el mundo rural de Andalucía no fue el turismo ni la industrialización, sino la emigración temporal de aquellos que si volvían después de cada contrato, trayendo importantes sumas comparadas con los sueldos de miseria que se pagaban en el campo. 

Hoy solo quedan mi primo Antonio Pardo y mi tío José, un día le llevaré la foto para que me cuente esos viajes suyos a Francia, siempre de compañero con mi tio Diego, el cocinero de la cuadrilla, que alimentaba a todos con los productos traídos en las maletas, algo de verdura de la huerta francesa y algún pollo que andaba por allí. Había que comer muy bien para aguantar el frío y jornadas de lunes a domingos y diez horas de trabajo. 


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