Dejó claramente escrito: "cuando muera y antes de ser incinerado quiero escuchar maneras de vivir, Mercedes tu te ocuparás de ello".
Los cristales del habitáculo en que posaba el ataúd, vibraban con virulencia por efecto de los altavoces colocados en el interior, una a cada lado del féretro. Los familiares y vecinos, escandalizados se quejaban de los gustos tan "estrambóticos" de Geraldo, pero todos sabían que su vida estaba llena de episodios calamitosos y vergonzantes.
Mercedes, su hija, fue la encargada de llevar a cabo de último propósito de su padre, alertada por las señales de manos y gestos de su madre y acompañantes, disminuyó del volumen de la música en el dial junto al cristal, y volvió la calma a la sala de espera del tanatorio.
Faltaban quince minutos para que el coche fúnebre llevase el féretro hasta el crematorio, cuando de pronto la voz de Rosendo sonó con gran estruendo quebrando y haciendo astilla el cristal que separaba al difunto de la familia.
Al cabo de los años Mercedes se sonríe cuando recuerda esa escena final, contándole a sus hijos como los vecinos despavoridos y su madre incluso, corrieron hasta la puerta y siguieron por jardines y calles más de media hora sin parar gritando "este tío está vivo, este tío está vivo, esta cabrón no hay quien lo mate"
Alguien comentó que Geraldo se había levantado del ataúd y brazos en alto ponía cuernos con una mano y hacia la peineta con otra a todos los que se quedaron a contemplarlo. Pocos, los mayores que no podían correr, la señora Carmen del cuarto, y algunos otros que quedaron petrificados, excepto Mercedes que desde el rincón contempló toda la escena sin saber si reír o llorar.
Su mujer que nunca quiso saber nada de aquella vasija que supuestamente contenía sus cenizas y que rechazó diciendo "cualquiera sabe lo que hay ahí dentro y si son suyas menos" y se acabó rejuntando con Pablo Espuña, subordinado de Geraldo en el Banco de Tejidos Blandos, y su amante durante más de diez años.
Cuando el primer bombero totalmente equipado y con hacha en mano se asomó tímidamente por la puesta de la sala de espera, dentro solo quedaba Mercedes, que lo invitó a entrar indicándoselo con la mano. Las sillas y mesas estaban esparcidas sin orden ni concierto por toda la sala y el suelo lleno de cristales, caramelos y pañuelos de papel. Aún sonaba Rosendo desde dentro de la cámara mortuoria cuando ambos se asomaron para ver.
A las ocho de la tarde Mercedes fue a recoger la urna con la ceniza de su padre acompañada de su amigo Samu, el resto de la familia había desaparecido después del incidente del tanatorio. Al recogerla, aún caliente, la levantó a la altura de la cabeza, "que cabronazo eres, pero te echaré de menos".
Ya eran tres mirando con asombro a través del marco sin cristal de la sala. El policía, último en llegar, con cara de incredulidad: "¿dónde está el difunto? ¿quién se lo ha llevado?".
Varias patrullas policiales los buscaron durante más de dos horas por las calles cercanas: "un señor de cincuenta años pelo corto, barba y traje negro".
- Atención central, hemos visto a un señor de las características descritas sentado, junto a dos tipos con pantalón corto y camiseta bastante bebidos, en la puerta de El Jardín de Eva, en el polígono cerca del tanatorio. Está muerto, no respira y sin pulso, repito, está muerto.
- González, sí, estamos buscando a un muerto. A ver, ¿quién lo ha llevado hasta allí?
- El muerto huele un taco a alcohol y tiene un cigarrillo en la boca
- González, ¿estás seguro que es él?
- Coincide con la descripción, y uno de los acompañantes dice que sí que se llama Geraldo, que él se lo dijo. Que lo encontraron en una esquina cerca y los invitó a varias rondas de aguardiente y a echar un polvo en el puticlub, un gran tipo decían. Un vecino declara que vio a los tres andando por la calle con los brazos sobre los hombros.
Cuando Mercedes, ya anochecido, salió del crematorio solo encontró en la puerta a dos señores con pantalón corto y camiseta que aplaudieron a su paso y balbuceaban: "ya nos veremos Geraldo".
Mercedes, su hija, fue la encargada de llevar a cabo de último propósito de su padre, alertada por las señales de manos y gestos de su madre y acompañantes, disminuyó del volumen de la música en el dial junto al cristal, y volvió la calma a la sala de espera del tanatorio.
Faltaban quince minutos para que el coche fúnebre llevase el féretro hasta el crematorio, cuando de pronto la voz de Rosendo sonó con gran estruendo quebrando y haciendo astilla el cristal que separaba al difunto de la familia.
Al cabo de los años Mercedes se sonríe cuando recuerda esa escena final, contándole a sus hijos como los vecinos despavoridos y su madre incluso, corrieron hasta la puerta y siguieron por jardines y calles más de media hora sin parar gritando "este tío está vivo, este tío está vivo, esta cabrón no hay quien lo mate"
Alguien comentó que Geraldo se había levantado del ataúd y brazos en alto ponía cuernos con una mano y hacia la peineta con otra a todos los que se quedaron a contemplarlo. Pocos, los mayores que no podían correr, la señora Carmen del cuarto, y algunos otros que quedaron petrificados, excepto Mercedes que desde el rincón contempló toda la escena sin saber si reír o llorar.
Su mujer que nunca quiso saber nada de aquella vasija que supuestamente contenía sus cenizas y que rechazó diciendo "cualquiera sabe lo que hay ahí dentro y si son suyas menos" y se acabó rejuntando con Pablo Espuña, subordinado de Geraldo en el Banco de Tejidos Blandos, y su amante durante más de diez años.
Cuando el primer bombero totalmente equipado y con hacha en mano se asomó tímidamente por la puesta de la sala de espera, dentro solo quedaba Mercedes, que lo invitó a entrar indicándoselo con la mano. Las sillas y mesas estaban esparcidas sin orden ni concierto por toda la sala y el suelo lleno de cristales, caramelos y pañuelos de papel. Aún sonaba Rosendo desde dentro de la cámara mortuoria cuando ambos se asomaron para ver.
A las ocho de la tarde Mercedes fue a recoger la urna con la ceniza de su padre acompañada de su amigo Samu, el resto de la familia había desaparecido después del incidente del tanatorio. Al recogerla, aún caliente, la levantó a la altura de la cabeza, "que cabronazo eres, pero te echaré de menos".
Ya eran tres mirando con asombro a través del marco sin cristal de la sala. El policía, último en llegar, con cara de incredulidad: "¿dónde está el difunto? ¿quién se lo ha llevado?".
Varias patrullas policiales los buscaron durante más de dos horas por las calles cercanas: "un señor de cincuenta años pelo corto, barba y traje negro".
- Atención central, hemos visto a un señor de las características descritas sentado, junto a dos tipos con pantalón corto y camiseta bastante bebidos, en la puerta de El Jardín de Eva, en el polígono cerca del tanatorio. Está muerto, no respira y sin pulso, repito, está muerto.
- González, sí, estamos buscando a un muerto. A ver, ¿quién lo ha llevado hasta allí?
- El muerto huele un taco a alcohol y tiene un cigarrillo en la boca
- González, ¿estás seguro que es él?
- Coincide con la descripción, y uno de los acompañantes dice que sí que se llama Geraldo, que él se lo dijo. Que lo encontraron en una esquina cerca y los invitó a varias rondas de aguardiente y a echar un polvo en el puticlub, un gran tipo decían. Un vecino declara que vio a los tres andando por la calle con los brazos sobre los hombros.
Cuando Mercedes, ya anochecido, salió del crematorio solo encontró en la puerta a dos señores con pantalón corto y camiseta que aplaudieron a su paso y balbuceaban: "ya nos veremos Geraldo".
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